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Cristián Lefevre | Directores con y sin fines de lucro: saber de qué somos responsables

El llamado caso Convenios nos ha obligado a tomar conciencia sobre el rol y responsabilidad del directorio, sea cual sea la naturaleza de la organización. Esta idea que parece simple, el contexto actual la ha desdibujado.

¿Qué roles y responsabilidades tienen directores y directorios de organizaciones con y sin fines de lucro? Los mismos en ambos casos: legales, patrimoniales y éticos. Me explayo.

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Desde la perspectiva personal, de cada director, deben actuar con integridad y transparencia en el cumplimiento de sus deberes fiduciarios. Esto incluye velar por el cumplimiento de las leyes y regulaciones aplicables, así como por el manejo responsable de los recursos financieros y humanos. Ciertamente, esto que el sentido común y la mirada legal explicita no se cumple siempre.

No, no confundirse con el bien social, espiritual y material de organizaciones sin fines de lucro. No, tampoco el fin justifica los medios. Y nuevamente no, ser director de ellas no es ser parte de un consejo asesor o consultor externo: se es parte 100% de la organización con roles y responsabilidades determinadas que exigen perfeccionamiento, estudio y seriedad. Esto no es un club de amigos o amigotes.

Desde la construcción de confianzas y reputación. Los directores generan puentes sólidos con la comunidad, donantes, clientes y otros actores relevantes. En el caso de las organizaciones sin fines de lucro, esto puede ser crucial para atraer financiamiento y apoyo. Por tanto, el deber de mantener lineamientos éticos robustos se hace una obligación que sus directores deben conocer, pero por sobre todo aplicar.

Ahora, como cuerpo colegiado, el directorio, dentro de sus funciones, tiene la responsabilidad de asegurar la sostenibilidad financiera. Por tanto, los directores deben supervisar la ejecución de las estrategias y programas de la organización y evaluar su eficacia en el logro de los objetivos establecidos. Y de ello se hacen responsables individual y grupalmente: no hay espacio para esconderse en el grupo o en la Administración.

Sin una ética nítida, nada de lo anterior se sostiene: mucho se puede escribir o regular, pero hacer lo correcto nunca ha sido fácil. Y los errores pueden ser a plena conciencia o por negligencia; no saber qué es ser director de una organización, siéndolo, es una de esas negligencias.

No dejemos que la idea que tenemos en mente de ser director o de lo que hace un directorio perjudique el bienestar de tantas personas y familias que se ven beneficiadas por el bien inabarcable que muchas, de forma sincera, realizan en nuestra sociedad. La invitación ineludible es a formarnos y profesionalizarnos como directores.

Cristián Lefevre

 

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