En una entrevista de The New York Times, a la pregunta “¿cuál es la idea más subestimada en la que la humanidad debería centrarse?, Bill Gates respondió: “Mejorar la formación es la cosa más mágica porque permite descubrir muchos potenciales para resolver otros problemas de la sociedad”.
Estoy también convencida que la formación debería ser la gran prioridad de todas las organizaciones, porque optimiza las competencias de los que tienen un rol activo en ellas, cualquiera sea su nivel de responsabilidad o área en que operan.
Ser director de empresas no se improvisa. Que se haya sido un brillante ejecutivo, no garantiza que se convierta en un talentoso director. Se requiere profesionalizar el oficio. El ejercicio del mandato de director se ha convertido en una actividad profesional por derecho propio, tanto por las responsabilidades personales que se asumen, como por la contribución determinante al éxito de la empresa. A medida que las exigencias en término de gobernanza aumentan, los directores deben tener una visión más clara aún de su misión, dominar una amplia gama de habilidades, y demostrar inteligencia cognitiva, emocional y relacional.
Hace tres años, cuando decidí evolucionar desde un rol ejecutivo a un rol directivo, sentí que incorporarme al directorio de prestigiosas organizaciones como BNP Paribas, Cardif o Icare requería de una preparación adicional a mis 25 años previos administrando empresas.
Existen varias opciones para ello. Personalmente elegí el curso de directores del Institute of Directors de Londres impartido por EY Chile, ya que es el único que otorga una certificación. Con 1% de inspiración, 99% de transpiración (porque implica bastante estudio…) y mucha humildad, siento haber recibido valiosas herramientas.
Un directorio no es un comité ejecutivo donde el gerente general expone y conversa con los directores de la gestión y operación de la empresa. Un directorio es un consejo involucrado en la elaboración de la estrategia a largo plazo, la asignación de los recursos necesarios, la creación de un ambiente de control y transparencia, y la implementación de políticas que guían y enmarcan la labor de la gerencia.
La formación de un director no garantiza su eficiencia, pero sí minimiza las situaciones de vulnerabilidad. Porque una formación específica otorga un conjunto de prácticas de gobernanzas que todo director debe dominar. Además, refuerza la comprensión respecto a temas de cultura organizacional, regulación, modelos y métodos de análisis estratégica, digitalización, e-commerce, entre muchos otros. También, es crucial saber abrazar los grandes temas sociales y ambientales.
¿Es una garantía del buen desempeño de un director haber recibido una capacitación? No lo creo. Es necesario, pero insuficiente.
Hago memoria del curso del IoD y recuerdo cuánto insistían que, adicionalmente a la formación de sus directores, era imprescindible que las empresas realicen su evaluación regular. Todo lo que se llama estudiar y aprender no es otra cosa que recordar… lo decía Platón.
Agathe Porte
Directora
Instituto de Directores de Chile
- Fuente: Diario Financiero