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OPINIÓN | «Estamos listos para la revolución», por Karen Ergas

Finalmente, la Comisión para el Mercado Financiero (CMF) publicó la Norma 461, que exigirá a las organizaciones incorporar información acerca de los factores ambientales, sociales y de gobernanza (ASG) en sus memorias anuales. Sin duda, un paso muy positivo cuyos efectos irán mucho más allá de solo lograr una mayor transparencia frente al mercado.

Sin duda, se trata de un punto de partida para que las empresas implementen una trilogía de acciones que debería ser virtuosa: reestructurar estrategias, transformar los modelos de negocios y rediseñar la información y cómo esta se reporta al mercado. Al intervenir estas tres áreas estaremos construyendo la confianza y asegurando la entrega de resultados consistentes de largo plazo a los stakeholders. Hoy está claro el interés de la opinión pública, y de los inversionistas, por incorporar cada vez más estos factores a la hora de tomar sus decisiones de inversión, buscando alinearlas con sus convicciones morales, como lo son hoy las preocupaciones por las temáticas ambientales y sociales.

En este sentido, la norma presentada va por el buen camino, al reconocer el concepto de materialidad, lo que permitirá que las empresas identifiquen sus riesgos y oportunidades más relevantes y cómo estos impactarán su negocio, dando a los directorios la responsabilidad de su gestión; también incluye guías y criterios internacionalmente utilizados; fue participativa en su creación, al haber incorporado los comentarios, sugerencias y preocupaciones del mercado; además se incorpora la gradualidad en su aplicabilidad. Otra fortaleza es que integra nuevas exigencias de información, adicionales a las financieras que tradicionalmente se entregan, y que tienen un enfoque estratégico, al incluir un perfil de la entidad que reporta, que debe describir la misión, visión, propósito y valores de la empresa, conceptos que hasta ahora se han dejado de abordar en forma sistemática, periódica y relacional con todas las demás variables.

Todo esto nos obligará como organizaciones a cuestionarnos tópicos como lo que se persigue al existir como empresa, qué necesidad se quiere satisfacer y qué impacto se quiere tener con relación a los diferentes grupos de interés con los que nos relacionamos. Este es un camino que ya se inició y seguirá evolucionando, al igual que los estándares y requisitos exigidos. Como cualquier revolución, es importante entender su relevancia, no resistirse y estar lo más preparado posible para la transformación que se requiere, asegurando la sobrevivencia, y ojalá, trascendencia, de las compañías.

Karen Ergas 

Directora

Instituto de Directores de Chile

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