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OPINIÓN | «El daño está, sólo queda aprender», por Fadua Gajardo

El informe de la ONU es tajante: somos responsables del calentamiento global y, de no tomar acciones, puede ser demasiado tarde.

Así lo evidenció el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de ese organismo, un documento en el que participaron 234 científicos de todo el mundo y el que establece que -sólo para Sudamérica- se prevé un nivel de calentamiento global de 2ºC con sequía para 2050 (por sobre el promedio global).

Un desafío de todos, pero ante el cual el sector privado (eso incluye a los inversionistas, directores y ejecutivos) tiene mucha tarea por delante, y el riesgo de no hacer los cambios necesarios es poner bajo amenaza la reputación corporativa y -más grave aún- la sostenibilidad a largo plazo.

El mercado también da señales de que los inversionistas asumieron el compromiso: a nivel mundial, el volumen de bonos verdes alcanzó los 323.400 millones de dólares en 2020, un 8,6% más que el año anterior. Y sólo en los primeros cuatro meses de este año, esa cifra ya alcanzó los 203.600 millones de dólares, el 63% del total del período anterior.

Las organizaciones deben cambiar el modelo de negocios, y en eso no hay vuelta atrás. Para esto se necesitan líderes que dirijan esta transformación e impulsen a sus organizaciones en la transición hacia una estrategia corporativa con foco en materias ambientales. Una de las claves del éxito en la implementación de lo anterior es la definición de métricas que permitan tener seguimiento en la consecución de metas concretas como, por ejemplo, lograr la emisión cero de huella de carbono (carbono neutralidad) de la empresa hacia 2030 (compromiso que ya hicieron algunas organizaciones en Chile).

En este contexto, los directorios juegan un rol fundamental, ya que son los responsables de incorporar en la agenda y en la planificación estratégica indicadores medioambientales en el centro de las decisiones económicas y financieras.

Sin duda, es un tema nuevo y complejo, que nos enfrenta a incertidumbres macroeconómicas y políticas. ¿Cuál ha sido la principal barrera? Desconocimiento de los conceptos clave para entender el peso de los factores ESG en la estrategia de una organización.

¿Cómo avanzamos? Tal como hoy se evalúa la situación financiera de una organización, se deben manejar las herramientas técnicas para evaluar el impacto ambiental de la misma y, en paralelo, generar valor social.

¿Cómo lo aplicamos? Capacitando y entregando conocimientos técnicos sobre conceptos, normas y estándares regulatorios locales e internacionales (Acuerdo de París), así como también elementos de finanzas sustentables, instrumentos de inversión responsable, etc.

El daño ya está hecho, solo nos queda encontrar la forma de hacer los cambios necesarios, ya no sólo para mantener la reputación corporativa, sino también para asegurar la sostenibilidad de nuestro ecosistema.

Claramente, no hemos estado a la altura que nos exigen las circunstancias y – lo más grave- no hemos sopesado las consecuencias que nuestra negligencia tendrá en el legado que dejaremos a las próximas generaciones.

Fadua Gajardo Pineda

Directora Ejecutiva

Instituto de Directores de Chile

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